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domingo, 18 de julio de 2010

De hadas y mas…

Las hadas o creencias en ellas al igual que con duendes y demás tienen sus bases europeas y celtas en algunos casos poseedores de nutridas leyendas, sin embargo las hadas no serian como se las consideran actualmente; pequeñas aladas, sino serian grandes espíritus en alguno escasos superando nuestra estatura. Se da la peculiaridad de que sus apariciones se dan en lugares boscosos.


Usualmente, se atribuyó la “posesión de las hadas” a desdichadas víctimas como niñas nacidas con deformidades físicas o retrasos mentales de gran calibre. Recién durante el siglo XX comenzaron a menguar las noticias periodísticas acerca de las muertes o raptos atribuidos a las hadas.

El último “encuentro con las hadas o duendes” informado a la sociedad británica tuvo lugar en la tranquila campiña de Yorkshire, en 1917, cuando Elsie Wright (de dieciséis años) y Francisca Griffith (su prima de diez años) tuvieron la idea de sacar fotografías en un huerto de Cottingley, donde se veían varios duendes jugando.

La madre de Elsie envió las fotos a Eduardo Gardner, líder de la Sociedad Teosófica británica. A este grupo asistía en famoso escritor Arthur Conan Doyle, el creador de las historias detectivescas de Sherlock Holmes.

Incluso cuando las fotos eran poco convincentes, profesionales de aquella época encontraron detalles difíciles de justificar empíricamente. Esta anécdota alimentó la literatura de Conan Doyle, que causó una sensación absoluta. De esta manera, el furor por el Reino de las Hadas se extendió hacia el siglo XX.

Sólo cuando Elsie y Francisca fueron señoras de mayor de edad, cerca del año 1980, admitieron que los duendes de Cottingley eran en realidad personas de pequeña estatura: se trataba de niños mendigos. Pero muy pocos creyeron estas confidencias, realizadas en el lecho de muerte de las damas.

El incidente de Cottingley revivió la fe en duendes y hadas, que desembocó en la “Edad Dorada” del arte visual y la literatura sobre estas criaturas feéricas.

No exenta de ironía, comentó Elsie antes de morir que las fotografías -que serían la prueba más fehaciente de la existencia de los duendes- impiden en realidad observar con claridad el tamaño y la estatura de los mismos... Y que ahí estuvo el truco.